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Crónica: La violencia y las pandillas cambiaron la vida de mi familia

  • Foto del escritor: Briseyda Jimenez
    Briseyda Jimenez
  • 5 jun 2020
  • 4 Min. de lectura


1:45 a.m. lunes 14 de enero de 2008


Fue a inicios del año 2008, ya casi por iniciar las clases escolares, cuando mi familia y yo tuvimos que inmigrar a otro departamento por amenazas a nuestras vida de parte de miembros de estructuras criminales. Siendo la menor de tres hermanos y con padres separados, fue difícil asimilar un cambio tan radical; que la vida cambie de la noche a la mañana y con la esperanza que solo fuera una horrible pesadilla.


Todo esto inicio cuando mis padres decidieron separarse definitivamente, pues mi madre no soportaba el alcoholismo de mi papá y tomo la decisión de dejarlo, para mi madre el no tener una ayuda paterna como debería de ser emprendió un negocio para generar ingresos a la familia, abrió una tienda a media cuadra de nuestra casa, y gracias a Dios todo marchaba bien; el negocio a medida pasaba el tiempo generaba buenas ganancias y mucha reputación. Recuerdo muy bien que me encantaba ayudar a mi madre en su negocio con tan solo 9 años, las personas se sorprendían al ver una niña de esa edad buscando la manera de ganar dinero, tuve muchos trabajos algunos de ellos fueron: tortillera, ayudante de microbuses, ayudante de pintura de brocha gorda (pintar casas), y por supuesto creaba mis propios negocios, vendía fruta, charramuscas, chocobananos y muchas cosas más.


En la vida se aprende vivir y sobrevivir, era mi manera de ayudar y de poder distraerme; fue duro ver a mi padre marcharse de la casa, ver como se alejaba dejándome con mi rostro lleno de lágrimas y esperando su regreso. Ver una niña de 5 años correr descalza para alcanzar a su padre que está siendo llevado por la policía, su padre la carga entre sus brazos y la lleva con él. Aún recuerdo ese día como si hubiese sido ayer, pase la noche con mi padre en la casa de mi tía pero al día siguiente mi madre llego por mí, no quería irme pero era lo correcto.

Acostumbrase que las cosas habían cambiado era la única solución, a medida pasaba el tiempo las cosas iban mejorando y mi madre consiguió nueva pareja al principio era raro para toda la familia pero con el tiempo nuestras vidas iban mejorando. Todo marchaba bien hasta que, delincuentes amenazaron a la familia de muerte sino acataban las órdenes de ellos. Mi madre a pesar de la situación de riesgo no acepto lo que esas personas le exigían y llamó a la policía para que se encarguen de ellos, pero como era de esperar las autoridades no lograron hacer ninguna captura. La familia decidió que era mejor mudarse a otro departamento muy lejos de donde habían sucedido las cosas, para poder estar a salvo de cualquier ataque en contra de nuestras vidas.


Llegamos a nuestro nuevo hogar, un lugar completamente diferente y desconocido, aun esperaba que todo fuera una pesadilla y que despertaría en mi casa y arreglaría para ir a mi primer día de clase; pero no era un sueño era la realidad de una familia que por culpa de la delincuencia tuvieron que huir para salvar sus vidas. Es la realidad que muchos salvadoreños pasan día con día, es la triste realidad de un país lleno de delincuencia y corrupción.


La madre de mi padrastro nos dio posada en su casa aunque no era tan grande y apenas cabíamos estábamos agradecidos con ella por ayudarnos en esos momentos, sin trabajo y sin casa, así vivimos por un largo tiempo, la fuente de subsistencia era que mi madre hacia y vendía tamales en el pueblo para poder tener dinero y pagar los gastos, mi hermana y yo iniciamos tarde el año escolar en una de las pequeñas escuelas del cantón, poco a poco logramos salir adelante, mi padrastro consiguió trabajo como ayudante (maletero de buses de la zona) y mi madre seguía vendiendo tamales, con lo que iban ahorrando logramos hacer una pequeña casa de adobe, era humilde pero era nuestra casa y nuestro pasión que hace mucho no teníamos.


Mi hermana y yo tuvimos que soportar bullying y se marginadas porque nos veían diferentes a ellos. El bullying era tan grande que ya no deseaba ir a la escuela, lloraba y le decía a mi madre que por favor ya no me mandara; ella lloraba conmigo al no poder encontrar una solución, ni los maestros pudieron hacer nada para detener eso, se llegó el punto que hasta los padres de los niños que hacían bullyign los apoyaban y hacían lo mismo. Mi hermana mayor pasó lo mismo, vivió un infierno pero salió adelante se graduó con honores, también me gradué y pensé que mi vida cambiaría al entrar a bachillerato que todo sería distinto a lo que viví en la escuela; pero no, no fue así sufrí mucho bullying por mi apariencia física, me comparan y se burlaban de mí, lloraba a escondidas sin decirle a nadie. Fueron 6 años sufriendo maltratos, insultos, discriminaciones y casi al punto de ser maltratada físicamente. Las cosas mejoraron en el tercer año de bachillerato, fui muy feliz ese año porque me sentía amada y quería por mis compañeros.


Después de 12 años regrese a vivir a San Salvador solo con mis hermanos, algunas personas nos reconocían y preguntaban por nuestros padres pero nunca dimos información de ellos por motivos de seguridad; pues ellos no quisieron volver por miedo a las amenazas que anteriormente fueron mencionadas.

Decidí regresar por motivos de estudio ya que en la universidad del lugar donde vivía no optaban con la carrera de periodismo. Actualmente estoy en mi segundo año de Técnico en Periodismo, vivo separada de mis padres pero es por ellos por los que quiero luchar y hacer que se sientan muy orgullosos de mí.


La vida cambió pensé que era para mal pero entendí que todo en la vida tienen su propósito, que perdimos todo pero nunca nos quedamos callados, denunciamos y aunque no se hizo justicia sabemos que hicimos lo correcto.


No te quedes callado, denuncia.

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